Néstor Bravo
"Manos sin Brazos"
El espacio que contiene al tiempo se dispersa como mercurio en un efusivo deseo de deshacerse, inconmensurable, en la definitiva dilatación de un estallido. El tiempo se atrofia, se desvanece, se convierte en un procedimiento que apenas puede comprenderse porque está construido de infinitos pedacitos, como gotas violentas o proyectiles diminutos que hieren abollando pero sin mancha con ímpetu limpio, preciso, mil veces calculado. La realidad transcurre sin orden, a su antojo, dejando que todo se acumule sin historia, sin memoria.
La guerra se desata, jala su madeja, un hilo que se encamina hacia al futuro, que modela, imitando a la experiencia, objetos pesados de olor lustroso. La violencia revienta el desierto en la amplitud solar, en la guerra prometida, tierra de nadie, en el laberinto que es perfecto en su venganza, en la acidez corrosiva que pela al esqueleto, lo limpia de carne, le limpia el cráneo. El crimen, ágil centella, procura: cristales rotos, sargentos amontonados y sin ropa, vísceras esparcidas por el lodo, una multitud adicta al frío, muros perforados, estertores de abolengo, el incisivo edicto de lo inútil, carne cuajada, charcos con linaje, núcleos destrozados, manos sin brazos.
Fotografías de la serie: Manos sin brazo
